‘Venir desde tan lejos’, sedimentos del largo viaje de Eloy Sánchez Rosillo
En el último libro del poeta murciano, siempre fiel a una síntesis dialéctica entre lo contemplativo y la meditación, cobra una especial intensidad el paso del tiempo, la memoria fundida con el presente


En Las voces y los ecos (1980), la primera antología generacional en la que se recogieron poemas de Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1948) y en la que, de la mano de José Luis García Martín, asomó una primera aproximación a las poéticas posnovísimas, apareció uno titulado ‘Acuérdate’, en el que el sujeto lírico se dirigía a sí mismo situándose “dentro de muchos años”. En él, el jovencísimo poeta invitaba a ese alter ego del futuro a acordarse “de este jardín que hoy / te ha ofrecido su paz, de los rosales / florecidos, del sol que te acompaña / y que te ayuda con su luz tan tibia / a ser dichoso y a saberte joven”. Desde la publicación de ese poema, posterior a Maneras de estar solo, su primer libro y premio Adonáis 1977, a la aparición del más reciente, Venir desde tan lejos, han pasado 45 años. Media vida o más.
Entre ambos, no menos de 11 entregas en las que el poeta ha puesto de relieve un rasgo atribuible a muy pocos autores: una lírica vinculada a un mundo reconocible que evoluciona en espiral y hacia lo hondo sin alejarse de las claves iniciales, claves que, con una solvencia poco frecuente, ya se apuntaban en aquella antología generacional: transparencia, misterio, cotidianidad y meditación. Paseos frente al mar, reflexiones provocadas por la luz de un momento, las sombras del atardecer, las emociones que, embridadas por una serenidad contagiosa, conducen a la indagación en el sentido (o en el sinsentido) de la existencia. Todo eso está en Venir desde tan lejos como lo ha estado en la práctica totalidad de sus libros.
Desde esa perspectiva toda su obra poética puede ser considerada como un extenso poemario que integra y no dispersa (“Hay dentro de quien eres / toda la multitud de los que has sido”), algo que lo alejaría de la tendencia a la diversidad de enfoques y mundos a la que estamos acostumbrados al enfrentarnos a no pocos volúmenes de poesías completas. Se trata de una fidelidad al origen que sólo se atenúa en algunos momentos, pero que siempre remite a una suerte de centro emisor (la luz mediterránea, las lecturas adolescentes, el jardín, el verano, el discurrir de las estaciones, un balcón desde el que asomarse a lo más próximo y al mundo…) y a una síntesis dialéctica entre lo contemplativo y la meditación. Todo ello, con el tiempo como hilo conductor y vinculado a momentos, muy concretos a veces, más que a una concepción metafísica y abstracta.
Este poemario actúa como un cierre de un círculo intenso, coherente y sereno, ¿como una despedida?: “Intuyo que el libro que ahora escribo / habrá de ser el último que yo alcance a decir”. Lo dirá el tiempo
Esa apelación al tiempo, siempre sutilísima, cobra una especial intensidad en este último libro. Es la recapitulación sobre los sedimentos de la existencia, el protagonismo de la memoria fundida con el presente: cada experiencia evocada, desde la muerte del padre hasta el gozoso recuerdo de un primer amor, es reconstruida por Sánchez Rosillo desde la lupa del hoy conjugando, en un fértil diálogo, ambos espacios temporales (“Todo es presente pleno”). Es la antesala de la vejez, el tiempo de hacer balance, el espacio de la madurez serena y de la mirada detallista y más afilada también, más cargada de años y vivencias. Es la luz en sus distintas fases a lo largo del día y en sus reflejos y tonalidades en función de la estación del año. Una luz con destellos de sombra, en la que, como una herida, la muerte y sus efectos adquieren un protagonismo inevitable, una claridad oscura que siempre llega a la habitación de escritura y reflexión o a la casa frente al mar en la que vive todavía el niño que quedó atrás.
Sánchez Rosillo nació a la poesía cuando en España la joven poesía contestaba los alardes culturalistas volviendo la mirada hacia ciertas poéticas del cincuenta (Brines, Claudio Rodríguez, cierto Sahagún). En ese camino, trazado desde la singularidad más extrema y persistente, su libro último actúa como una suerte de resumen y cierre de un círculo intenso, coherente y sereno, ¿como una despedida?: “intuyo que el libro que ahora escribo / habrá de ser el último que yo alcance a decir”. Lo dirá el tiempo.

Venir desde tan lejos
Tusquets, 2025
138 páginas. 17 euros
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