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Alegría y placer de observar aves (y leer sobre ellas)

Se avista en el ecosistema editorial una tendencia cultural: una bandada de nuevos libros sobre pájaros. Hacemos una sesión de ‘birdwatching’ en Hyde Park con el naturalista Stephen Moss, autor de ‘Diez aves que cambiaron el mundo’, una de las grandes novedades de la temporada literaria sobre estas criaturas aladas

El vuelo de un milano real.
Jacinto Antón

Los numerosos paseantes que el otro día circulaban por Hyde Park y los anexos Jardines de Kensignton, el concurrido parque en el centro de Londres, alzaban muy británicamente la ceja al ver aparecer entre la espesa vegetación a dos individuos moviéndose sigilosamente, incluso arrastrándose, y pertrechados con prismáticos. El personaje principal que llevaba la voz cantante en la singular expedición era el prestigioso naturalista, divulgador de la ornitología, popular presentador de programas sobre la vida salvaje y autor de más de 30 libros Stephen Moss (Londres, 65 años), embarcado con este diario en una sesión de birdwatching (pajareo, observación de pájaros) como singular manera de hablar de su libro de reciente publicación en España Diez aves que cambiaron el mundo (Salamandra, 2025).

 El apasionante ensayo, una selección de diez pájaros que permite a Moss abordar nuestra relación cultural con las aves a través de la historia, es una de las grandes novedades sobre estas criaturas aladas de una temporada literaria muy rica en ellas, con títulos tan interesantes como Esa cosa con plumas, del ornitólogo estadounidense Noah Strycker (Capitán Swing); El verano del azor y El reclamo de las aves marinas (diez capítulos sobre sendas aves que surcan los océanos), de James Aldred y Adam Nicolson, respectivamente (Carbrame); Rapaces, de Paul Böhre, un repaso de esas aves, tanto las diurnas como las nocturnas, lleno de información y curiosidades y maravillosamente ilustrado por Joris de Raedt (Errata Naturae); Territorios pajareros, en el que algunos de nuestros mejores investigadores y amantes de las aves, entre ellos José Luis Copete y el añorado David Bigas (que falleció el pasado agosto al poco de entregar el texto), explican sus experiencias en sus local patchs, sus lugares cotidianos favoritos (Bichomalo Libros), o la simpática Guia de las aves desesperantes de España (ampliación de la exitosa Guia dels ocells exasperants de Catalunya), de Àlex Mascarell, que entre broma y broma, ofrece una muy buena introducción despojada de trascendentalismo para reconocer las aves de nuestro entorno de una manera asequible y desprejuiciada (Tundra).

Retrato del especialista en aves y autor Stephen Moss, en Hyde Park en Londres en mayo de 2025.

Todos estos libros, que se suman a títulos maravillosos que debería leer cualquier persona interesada no ya en los pájaros sino en nuestra relación con la naturaleza, y por la literatura en general, como El peregrino, de J. A. Baker (Sigilo editorial, 2018, hay una edición en inglés que incluye los diarios del autor), H de halcón, de Helen Mcdonald (Ático de los Libros, 2014) o Búhos de los hielos del Este, de Jonathan C. Slaght (Siruela, 2022), por citar solo algunos, muestran el interés que están despertando las aves en los últimos años y que no cesa de crecer tanto por la atracción que provocan ellas mismas como por su relación con la cultura, el amor general a la vida salvaje y la problemática medioambiental (son magníficas indicadoras de biodiversidad y de la salud de los ecosistemas).

“No entiendo a los que no les gusta ver aves”, está diciendo, sin apartar los binoculares de los ojos Stephen Moss mientras nos ocultamos entre unos matorrales cerca del monumento a Speke, descubridor de las fuentes del Nilo, y observamos a un estornino que alimenta a su pollo. “Es como una ceguera, no ver los pájaros es estar ciego a la belleza del mundo. Quien no los ve se pierde algo, una gran alegría”. ¿Qué sería la vida si no hubiera aves? Ahora sí Moss baja los prismáticos: “Solo pensarlo me entra una terrible sensación de vacío”, dice embargado de una súbita tristeza. Precisamente en los orígenes de la pasión de Moss por los pájaros hay, además del somormujo que contempló de niño y que no ha olvidado y la focha común —su spark bird, el “ave chispa” que provocó la ignición de su interés (todos los amantes de las aves tenemos una)—, un dodo, el pájaro extinto que es uno de los diez que ha seleccionado en su libro. Lo vio en una vitrina del cercano Museo de Historia Natural en una visita a los siete años con su madre y le impresionó. Ahora lo presenta en Diez aves que cambiaron el mundo como heraldo de la era de la extinción. “En los tres siglos que han pasado desde que se extinguió el dodo, hemos perdido otros cientos de especies, como el alca gigante y la paloma migratoria, el ritmo se ha acelerado y hoy una de cada ocho de las al menos 10.700 especies de aves que existen [el All the birds of the world, de editorial Lynx, da más de 11.500 validadas en las listas mundiales] está en peligro de extinción”. Muchas especies se han convertido, dice, en lo que se ha denominado “pájaros zombies”, aves que sobreviven a duras penas y están condenadas a desaparecer en las próximas décadas. Inesperadamente, algo pasa sobre nosotros como un disparo verde y ruidoso. “¡Parakeet!” (cotorra de Kramer), se exclama feliz Moss, que recuerda que en su infancia no podía soñar que un ave así, que se ha hecho nidificante (la leyenda quiere que a partir de un ejemplar que soltó de su piso londinense Jimi Hendrix), volara en los parques de Londres. Se pregunta qué pájaros verá su nieto Sammy, de dos años y medio, al que le lleva de regalo hoy un oso de peluche que sobresale graciosamente de la mochila del naturalista.

Chochín (Adamuz, Córdoba).

Es curioso que en la selección de aves de Moss figuren junto al dodo otras tan corrientes, incluso vulgares, como la paloma común, el pavo y el gorrión molinero. “Soy un contador de historias, y mis libros no son tanto de ornitología como sobre la historia cultural de nuestra relación con las aves, y la manera en que ha ido cambiando con el tiempo”, explica el autor. Ha elegido la paloma, dice, por lo que ha influido en la historia de la comunicación (se las ha llegado a denominar “la internet originaria”), sobre todo durante los conflictos bélicos, sirviendo para enviar mensajes. Apunta que Julio César ya las usaba durante la Guerra de las Galias y recuerda a algunas heroicas y condecoradas, como Cher ami —otras son GI Joe y Winkie—, de la que el general Pershing llegó a decir, ante su valerosa contribución a la causa Aliada durante la Primera Guerra Mundial que le provocó la pérdida de una pata y un ojo: “Nada de lo que Estados Unidos pueda hacer por ese pájaro será demasiado”.

Cuervo grande.

En cuanto al pavo, reflexiona que de no ser por él puede que los colonos europeos no hubieran llegado a colonizar Norteamérica. Explica cosas tan interesantes como que los cheyenes creían que comerlos te hacía cobarde, y cómo el ave se ha convertido en un icono estadounidense gracias al día de Acción de Gracias (aprovecha para tratar el controvertido tema de la industria aviar). Y cita una frase del capitán Thomas Hamilton, el autor de Men and manners in America, que da que pensar: “Ningún hombre puede decir nada desagradable con la boca llena de pavo”.

En referencia al humilde gorrión molinero, cuenta en su libro la terrible historia del brutal intento de Mao de erradicarlo de China considerándolo una amenaza a los cultivos (se cita la cifra de mil millones de los pobres pajarillos destruidos). La Gran Campaña del Gorrión provocó unas consecuencias medioambientales catastróficas en el país, al ser los gorriones grandes controladores de las plagas de insectos y perderse por su ausencia la cosecha de arroz.

Otra especie de la selección de Moss es el cuervo, del que destaca el papel que tiene en todas las mitologías, la capacidad profética y premonitoria que se le atribuye, y su gran inteligencia. Explica que Dickens y no Poe, como podría suponerse, era el escritor más fan de los cuervos, y que también lo fue Walt Disney. En lo siniestro, la leyenda de que los de la Torre de Londres le arrancaron los ojos a la cabeza cortada de Jane Grey al pie del tajo. También está el cormorán guanay. “Lo he seleccionado porque permite explicar una historia de codicia y beneficios comerciales acompañados de mucho sufrimiento, la historia de la explotación del guano [de ahí lo de guanay], los excrementos, ricos en nutrientes, como fertilizante”. Unos 87.000 trabajadores chinos fueron convertidos prácticamente en esclavos en el siglo XIX para recoger el guano, el “oro marrón”, de los cormoranes de sus grandes colonias en las islas Chincha del Perú, y murieron en una proporción aterradora. Durante años, fue el ave más valiosa del mundo y cambió la práctica de la agricultura hasta que aparecieron los fertilizantes artificiales. Otro pájaro de la selección ilustra también la historia de la explotación humana de las aves y la lucha por su conservación, la garceta nívea, que casi se extinguió por la demanda de sus bellas plumas —que alcanzaron precios superiores al oro— para los sombreros de mujer. Muchos recordarán la hermosa película de Nicholas Ray sobre el tema, Muerte en los pantanos (1958), que nos descubrió la belleza de las aves de los Everglades y qué letal es la serpiente boca de algodón.

Grabado del pájaro Dodo y un conejillo de indias.

El águila calva, otra de las estrellas de Moss, muestra la importancia de las aves en el ámbito político. El autor explica cómo esta inmensa águila pescadora pasó a convertirse en el símbolo y emblema de EE UU, pese a que Franklin no lo veía claro (prefería, y valga la palabra, el pavo). También otra voz más que autorizada se opuso: Audubon. “Las aves tienen reputaciones”, señala Moss; “proyectamos en ellas nuestras características y prejuicios”. Aprovecha para hablar del águila romana y de la de Hitler, al que califica muy sugerentemente de “urraca cleptómana”. Y recuerda la anécdota de cuando Trump posó en 2015 con un ejemplar de águila calva para la portada de la revista Time y el ave, llamada Tío Sam, acabó atacándolo en un momento de gran simbolismo

Diez especies —aunque Moss hace trampa (ríe al decírselo) y mete muchas otras al hablar de las seleccionadas— parece una cifra escasa para representa las más de diez mil que hay. ¿Cuál le sabe peor haber dejado fuera? ¿el frailecillo?, ¿el quetzal?, ¿el travieso chochín? (al que ya dedicó una de sus populares monografías de pájaros, que incluyen otras sobre el cisne, la golondrina o la lechuza). “El ruiseñor, como el pájaro más de cultura, el más mencionado por los poetas, Keats, Shakespeare, pero ya hay algún libro muy bueno sobre él; la alondra, el ibis egipcio, los colibríes… Los editores me han sugerido escribir un segundo libro con otros diez, pero estos diez primeros me parece que están muy bien escogidos”. El tema de la poesía y las aves (de Catulo a Mary Olivier pasando por Emily Dickinson), lleva a preguntarle por su poeta favorito. No lo duda: “John Clare” (Autumm birds: “The wild duck startles like a sudden thought/,And heron slow as if it might be caugh”, “El pato salvaje se sobresalta como un pensamiento repentino,/y la garza se mueve lentamente como si fuera a toser”.

Gorrión molinero (Madrid).

La excursión con Stephen Moss por el parque londinense, comenzada con café y pastelería en el Italian Gardens Café, no le reportará al naturalista y escritor, como puede imaginarse, la observación de ninguna nueva especie (Moss ha visto por todo el mundo 3.798 hasta ahora, un tercio de las existentes, incluido el torillo australiano) pero evidenciará pasárselo muy bien. Y eso que su compañero no es Peter Kaestner, el hombre récord, con 10.002 especies vistas, con el que pajareó en Ohio. De entrada, en el estanque junto al café aterriza una preciosa garza real, y además nadan en el agua varios ejemplares de sus queridas fochas acompañadas de crías componiendo una estampa entrañable. Durante el paseo pajaril —tras ganarse quien firma el respeto de Moss al portar unos viejos Swarowski dignos de Bernhard Grizmek y la Birdwatcher’s Pocket Field Guide to Birds of Parks and Gardens, de Mark Golley, además de recordarle que ya pajareamos juntos en la edición de 2017 del Delta Birding Festival y decirle que he ido a darle recuerdos de su parte al dodo del museo—, veremos entre otras especies petirrojos, cornejas, lavanderas, cisnes, gansos del Canadá y del Nilo (con crías) y ánades reales. Moss tiene el detalle de no comentar demasiado que hace unos días vio un correcaminos en California. ¿Cuál es su mejor recuerdo pajaril? “La ocasión en que durante mi luna de miel en Gambia vi un chorlito egipcio, el pajarillo que hace la limpieza dental a los cocodrilos, pero quizá es por las circunstancias del viaje”. ¿Y el peor? “Cuando pajareando en la India un tigre devorador de hombres mató a un guía, y cometimos la locura de acercarnos al animal”. Moss recuerda que muchos birders han muerto observando aves, atacados por bestias salvajes, por indígenas hostiles o terroristas o en accidentes. La dedicada a esas tragedias es una parte muy interesante de su indispensable libro A Bird in the Bush (2005), una historia social del birdwatching.

¿Unos consejos para empezar a ver pájaros? Moss los ofrece: “Comienza por conseguir un buen par de prismáticos, empieza por las aves de tu área y observa cada día en el mismo sitio; pese a la controversia sobre si hay que ponerlos o no (yo soy partidario), coloca comederos, que son buenos para aprender“. De los gatos y la mortandad que causan en los pájaros (como acreditaría el extinto chochín de Stephens) dice que la solución “desde luego no es matarlos”, sino vigilarlos y ponerles una campanita.

A los otros pájaros de la selección de Moss es más que improbable verlos en el parque: el pingüino emperador, que ilustra el tema de la crisis climática y es el ave representativa de la catástrofe por venir, y los pinzones de Darwin (la evolución, claro). Pero te los puedes encontrar en el Museo de Historia Natural, como al dodo —al que además se dedica una exposición que cuestiona la antigua reconstrucción que presenta el propio centro y ofrece una nueva—.

Noah Strycker, 'birdwatcher'.

El pingüino emperador es precisamente uno de los pájaros protagonistas de otra de las excelentes novedades literarias sobre aves, el libro de Strycker, Esa cosa con plumas. Strycker (Eugene, Oregon, 39 años), bien conocido tras su récord de 6.042 aves en su Big year de 2015 (un año de observación), ha estado con ellos, los pingüinos emperador, en el Cabo Crozier donde sufrieron tanto Cherry- Garrard y Wilson para pillarles los huevos durante la Expedición Terranova de Scott. “Al menos nosotros fuimos en helicóptero e íbamos muy abrigados”, dice a este diario en una conversación por videoconferencia. En su libro, el ornitólogo y birdwatcher habla de cosas tan fascinantes como el miedo y el amor comparando cómo los viven los pájaros y nosotros. Es precioso el capítulo del amor entre los albatros, en el que por cierto apunta que el pájaro más ligero de cascos es, y con el nombre paga, el chingolo colifino (más del 95 % de los nidos tienen huevos fertilizados por padres distintos), mientras que los flamencos presentan un 99 %de índice de divorcios. También explica de qué manera la observación de los colibríes ha hecho avanzar la tecnología de los drones. ”La idea del libro es comparar cosas que hace la gente y que hacen los pájaros”, dice el autor, que reconoce, como prueba el título de su libro, la influencia de Emily Dickinson y las oropéndolas americanas (que no son las nuestras) que vio de niño en la ventana de la escuela. De su Big Year recuerda que fue “una gran aventura” y con especial cariño su estancia en Monfrague donde apuntó en su lista el águila imperial. Considera que el birdwatching y el ecoturismo ayudan a concienciar de la importancia de proteger a los pájaros. ¿Por qué nos interesan tanto? “El vuelo encapsula la imaginación”, indica Strycher, que no duda en afirmar que las aves tienen vida sentimental y considera sin ambages como “romántica” la vida de los albatros.

Diez aves que cambiaron el mundo

Stephen Moss
Traducción de Francisco José Ramos Mena
Salamandra, 2025
384 páginas. 21,95 euros

Lista de lecturas

Esa cosa con plumas
Noah Strycker
Traducción de Alejandro Pérez Sáez
Capitán Swing, 2025
280 páginas. 20 euros

Rapaces que vuelan en el día y en la noche
Paul Böhre, ilustraciones de Joris de Raedt  
Traducción de Beatriz Jiménez López
Errata Naturae, 2025 
270 páginas. 29,90 euros

El verano del azor 
James Aldred
Traducción de Gloria Bohigas
Carbrame, 2025
288 páginas. 28,41 euros

El reclamo de las aves marinas
Adam Nicolson
Traducción de Nicolás Auger
Carbrame, 2025 
406 páginas. 28,41 euros.

Territorios pajareros 
Antonio Sandoval y Alonso Rodrigo  
BichoMalo, 2024 
292 páginas. 26,50 euros

Guía de las aves desesperantes de España 
Àlex Mascarell  
Tundra, 2025 
170 páginas. 28 euros

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.
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