La Laguna Tenerife despide al Joventut y a Pau Ribas

Ocupó Fitipaldo el lugar de Marcelinho para elevar una vez más a La Laguna Tenerife y retorcer al Joventut, incapaz de decir la suya en la serie, apeado de los playoffs y hasta el año que viene.

Tiene mérito lo de Marcelinho, que con 42 años y en el primer envite de la eliminatoria se marcó 39 puntos, todo un roto al Joventut. Resulta, además, que lo hizo lesionado, seguramente por un golpe de rodilla en el muslo —el típico bocadillo—que recibió de Dekker y que le impidió estar en Badalona, quizá una pausa para volver al tapete en el siguiente duelo. Resopló de alivio el conjunto verdinegro, feliz por no batirse con su verdugo, con el santo y seña del Tenerife. Aunque las pasó canutas igualmente, derrotado de nuevo por el conjunto isleño, competitivo como pocos, muy de Vidorreta.

Comenzó el Joventut con la idea de presionar en toda la cancha, un atosigo de lo más incómodo, un si me ganas que sea porque lo has sudado. Y salió bien de inicio, dichosos los jugadores con la propuesta de correr sin parar, de defensa dura y ataque vertiginoso. Delicia para Dotson, un polvorilla, también para Gazulis, que disfruta con la carrera y el parón en seco para lanzar de tres, ejercicio que sin ir más lejos practicaba el otro día con su hijo en las entrañas del pabellón, un poco abusón él. Pero, al contrario que su retoño, el Tenerife no levantó los hombros resignado ni puso la otra mejilla. Más bien, pareció alimentarse del reto, además del griterío y del bullicio —protestón este Olímpic de Badalona con los colegiados—, conforme con el baloncesto de o. Doornekamp tenía la muñeca caliente, Shermadini siempre está y Jaime Fernández, que lleva un tiempo haciendo las cosas muy bien, pidió paso.

Entrados en el segundo cuarto, ya con un 18-26, el Joventut viró de rumbo y se refugió en Tomic, el baloncesto que conoce y que mejor se le da, que por algo el croata ha sido el mejor de la temporada regular con un 20,9 de valoración media. Y aunque no tenía el día en el tiro, sí destilaba su jerarquía en el poste bajo, rebotes y asistencias, aspirador de rivales y de aplausos, como los que le profería Ricky Rubio (camiseta del Joventut mediante) desde la grada. Y la historia cambió de color, también porque así lo dictaminó Pau Ribas, reacio a dejar el baloncesto antes de tiempo, toda vez que su retirada ya estaba anunciada para cuando acabara este curso. Quería que este no fuera su último partido y sacó la magia desde la periferia y también con bandejas, vítores de asombro y agradecimiento, también de batalla porque se alcanzó el entreacto con un ajustado 37-36.

La pausa, sin embargo, se le indigestó al Joventut, que se quedó frío, sin las revoluciones que le exigía el rival y, sobre todo, Fitipaldo, que sumó cuatro triples de carrerilla, un retortijón doloroso. Eso y la permisividad colegial enfureció al Olímpic, al punto de que se repitió el grito de “¡Pu.. ACB, pu.. ACB!, también el de “¡Fuera, fuera!”. Sobreexcitación y nervios, en cualquier caso, que perjudicaron al Joventut, 13 puntos en el cuarto para dejar un expresivo 50-61 antes del último episodio.

Volvió entonces la táctica de balones a Tomic. Y sobre él gravitó la esperanza y el baloncesto verdinegro. Pelota a su zona de influencia y desde ahí a los laterales, Dotson siempre atento; Dekker siempre dispuesto. Un pequeño sprint que elevó la temperatura del pabellón y que subrayó la importancia de la comunión entre jugadores y afición, de la mano mejor. Pero el Tenerife no estaba para concesiones y un triple de Abromaitis y un mate de Shermadini más el pájaro carpintero Fitipaldo sofocarón la rebelión.

Lo que no silenciaron fue el repetido “¡MVP!” que le dedicó la afición a Tomic ni el aplauso prolongado, con el público de pie, a Pau Ribas a falta de dos minutos para acabar el encuentro. Fue el adiós a su jugador, a parte de su escudo, y, de paso, del equipo a la competición.