Abascal empuja a Feijóo a hacer “España ingobernable” para forzar la caída de Sánchez
Vox reprocha a los barones del PP que se sienten a dialogar con un “gobierno mafioso”


Vox ha recibido con regocijo el cambio de lenguaje del PP, que ha elevado el diapasón de la refriega política calificando al Gobierno de “mafia” y al presidente de “capo”, al socaire de la polvareda levantada por las maniobras contra la UCO de la ya exmilitante socialista Leire Díez. Para Santiago Abascal, el PP ha venido a darle la razón, ya que él lleva años tachando al Ejecutivo de “corrupto y criminal” y a Pedro Sánchez de “autócrata”.
Pero el líder de Vox no está dispuesto a que este cambio de tono sea solo retórico y exige al jefe de los populares, Alberto Núñez Feijóo, que saque las consecuencias últimas de sus palabras. “Calificar a un gobierno de mafioso supongo que es una decisión que tiene un análisis detrás. No se puede decir que el Gobierno es mafioso y, a la vez, sentarse a negociar con esa mafia”, advertía el pasado lunes en el Programa de Ana Rosa (Tele 5).
Abascal reprocha a Feijóo que pactara con el Gobierno la renovación de órganos como el Tribunal Constitucional o el Consejo General del Poder Judicial, aunque no hacerlo hubiera agravado el deterioro de la justicia y la habría puesto en riesgo de colapso. Sus exigencias pasan por boicotear al Gobierno y negar al presidente el reconocimiento institucional. El líder socialista no va a ceder el poder por las buenas, alega Vox, así que la única manera de forzar su caída es “hacer España ingobernable para Sánchez y su mafia criminal”, en palabras de Ignacio Garriga, secretario general de la formación, sin reparar en el coste que ese desgobierno pudiera tener para la sociedad española.
Para el partido ultra, es “una estafa” que los barones se reúnan el viernes con Sánchez en la Conferencia de Presidentes en Barcelona y el domingo se manifiesten contra él en Madrid bajo el lema “mafia o democracia”. Abascal ya ha dejado claro que no estará en la concentración de la Plaza de España, que considera un “acto de partido”, aunque Feijóo haya pedido a sus seguidores que no exhiban las siglas del PP para intentar presentarlo como una gran movilización ciudadana. Donde sí estuvo el líder de Vox fue en la protesta ilegal que agitadores de extrema derecha protagonizaron el pasado día 29 ante el Palacio de La Moncloa. También ha llamado a sus seguidores a unirse a las concentraciones convocadas el día 11 por asociaciones conservadoras de jueces y fiscales ante los juzgados de toda España.
Lo que está en juego es algo más que quién capitaliza la irritación de buena parte de la sociedad española con el Gobierno. Lo que se ventila, para Vox, es qué tipo de alternativa ocupará el poder el día que la izquierda sea derrotada: una derecha moderada, como la que, mano a mano con la socialdemocracia, construyó el proyecto europeo tras la Segunda Guerra Mundial; o una derecha trumpista que aboga por blindar las fronteras nacionales, levantando muros y aranceles. Una se basa en la búsqueda de consensos y pactos de Estado; la otra, en la polarización y la conversión del adversario político en enemigo.
Abascal rechaza cualquier diálogo con el presidente del Gobierno, con quien no habla desde la pandemia. Cuando el líder del PP reprochó a Sánchez que no incluyera al dirigente de la tercera fuerza política en ronda de consultas sobre las medidas para contrarrestar los aranceles de Trump, el afectado le advirtió de que su esfuerzo era baldío: él no pensaba acudir a La Moncloa si era llamado.
El pasado domingo, en una comida con militantes de su partido en Navalagamella (Madrid), Abascal hizo un llamamiento al PP “a trabajar para aislar a Sánchez y sentarle en el banquillo. No [basta] que llegue una alternativa [a La Moncloa] y simplemente se vaya tranquilo a su casa”. Mientras tanto, instó a los populares “a la ruptura total de todos los puentes, de todos los pactos y de todos los acuerdos con el Partido Socialista tanto en España como en Bruselas. Muy especialmente en Bruselas”, apostilló.
Después de Sánchez, la figura más vilipendiada en los argumentarios de Vox es la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen. La alemana personifica todos los males que, en el imaginario ultra, han causado la decadencia de Occidente: el avance de las instituciones europeas a costa de la soberanía de los Estados; la lucha contra el cambio climático o la política común de migración y asilo, incluido el reparto de refugiados. “Si el PP quiere que nos manifestemos juntos, todo lo que tiene que hacer es romper con el Partido Socialista en Bruselas”, advierte. Abascal cree que la relación con Von der Leyen es el salvavidas que mantiene a flote a Sánchez y culpa a Feijóo de que no se ahogue, aunque no sea el español quien decide la política de pactos del PP europeo.
Desde que, en noviembre pasado, fue elegido presidente del partido Patriots —que reúne a las formaciones de Marine Le Pen, Viktor Orbán o Matteo Salvini―, Europa se ha convertido en campo de batalla prioritario para Abascal. Su objetivo es romper la mayoría europeísta que sustenta a la Comisión Europea y sustituirla por la llamada “mayoría Venezuela”, la suma de eurodiputados de derecha y ultraderecha que reconoció al opositor Edmundo González como presidente electo del país suramericano. “Hay una mayoría alternativa en Europa, en comunidades autónomas y ayuntamientos”, proclama.
Hasta ahora, no ha conseguido que se produzca un vuelco en el Parlamento europeo, pero sí que los presidentes del PP en la Comunidad Valenciana, Baleares, y Murcia, a cambio del apoyo a sus presupuestos autonómicos, asuman algunos de los postulados de Vox, como la negativa a acoger a menores inmigrantes e incluso cerrar un centro de acogida; el rechazo a las medidas para frenar el calentamiento global o el recorte de las subvenciones a patronal y sindicatos.
En julio del año pasado, Vox se salió de cinco gobiernos regionales, donde sufría el desgaste que conlleva gestionar los problemas de los ciudadanos, y volvió a las trincheras de la guerra cultural. Desde entonces, se ha recuperado en unas encuestas que vaticinan, como antes de las generales de 2023, mayoría absoluta para la suma de PP y Vox. Pero ahora, a diferencia de entonces, Abascal no aspira a ser vicepresidente, aseguran fuentes de su entorno. “No quiere ser el número dos de Feijóo. Prefiere mandar desde fuera, como [Geert] Wilders”, añaden, en alusión al correligionario neerlandés de Abascal que acaba de hacer saltar el Gobierno de Países Bajos.
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