Clases a más de 35º: la ola de calor evidencia que los colegios andaluces no están adaptados
Familias y profesores reclaman a la Junta que desarrolle la ley andaluza de Bioclimatización, cuya aplicación consideran deficiente


La última ola de calor dejó en mayo temperaturas propias del mes de julio en una Andalucía cada vez más habituada a vivir en una sensación de bochorno permanente. La comunidad educativa, sin embargo, no está dispuesta a tolerar que se convierta en una costumbre que las clases cada final de curso deban impartirse en aulas al borde los 40º. Las familias y las Ampas se quejan de la precariedad generalizada de la mayoría de las instalaciones de los centros educativos, que carecen de los mínimos sistemas de refrigeración, porque no pueden costeárselos o porque la red eléctrica no está preparada, y de los parches de la Ley de andaluza de Bioclimatización que, después de su entrada en vigor hace cinco años, solo ha aplicado el sistema de refrigeración adiabática en el 10% de los centros educativos públicos, cuyo mantenimiento muchos no pueden asumir.
El CEIP Borbolla de Sevilla forma parte del 90% de los centros públicos andaluces sostenidos con fondos públicos donde aún no ha llegado la bioclimatización. Durante el aviso naranja de la semana pasada se pusieron en marcha los 12 pingüinos comprados entre el colegio (10) y el Ampa (2) y los ventiladores, pero no fue suficiente para aliviar a los más de 400 alumnos que estudian allí. “Mi hijo dice que solo les llega el alivio a los compañeros de la primera fila. El pobre sale chorreando”, cuenta Sara Albelda. Ella, junto a otras familias, ha organizado a primera hora de este lunes una concentración a las puertas del centro para reclamar una solución que evite que sus hijos se achicharren en las aulas. “No se puede poner ningún sistema porque tenemos unas instalaciones eléctricas de hace 100 años, los que cumplimos el año pasado, y así no podemos continuar, cuando todos los comercios y oficinas trabajan con el aire a tope”, explica, mientras reparte cartulinas reivindicativas entre las madres.
La semana pasada, ante el aviso naranja en algunas provincias andaluzas (Córdoba, Huelva, Jaén y Sevilla), la Consejería de Desarrollo educativo y FP recordó que desde 2023 está operativo un protocolo de actuación ante episodios de altas temperaturas que permite a los centros educativos flexibilizar la salida de los alumnos y adelantarla a las 12 de la mañana. El 16% de los colegios afectados (80 de unos 500) lo activaron, según los datos facilitados por la Junta. “En mi caso fue un parche, no una opción, porque no pude dejar de trabajar. Las familias que no teníamos posibilidad de conciliar no pudimos hacer nada”, se queja Albelda.
“Ese protocolo no puede ser la solución en ningún caso”, abunda Rocío Bejines, portavoz de Codapa, la Confederación andaluza de asociaciones de madres y padres del alumnado por la educación pública, que, además de insistir en la desigualdad que genera la medida para los padres y madres que no pueden recoger a sus hijos antes, recuerda que únicamente está prevista para los casos de alertas por calor, “no para cuando las temperaturas superan los 30º, algo bastante habitual en Andalucía, donde se siguen dando las clases en las mismas condiciones”. “Precisamente para eso se aprobó la Ley de Bioclimatización”, subraya.
La norma a la que alude Bejines fue aprobada por unanimidad en el Parlamento andaluz el 3 de junio de 2020 para garantizar la mejora de las condiciones térmicas y ambientales de los centros educativos mediante técnicas bioclimáticas y uso de energías renovables, gracias al empuje de Escuelas de Calor. Sin embargo, esta plataforma de familias y Ampas lamenta el prácticamente nulo desarrollo de la norma. “No se ha aprobado el reglamento que la dote de marco legal, no se ha dotado de presupuesto… lo que denota una falta absoluta de interés”, sostiene Teresa Pablo, una de sus portavoces.
En este tiempo, la Junta de Andalucía ha instalado un sistema de refrigeración adiabática con es solares en 454 de los más de 4.000 centros públicos, según reconoció la semana pasada la consejera de Desarrollo educativo, Carmen Castilla, para el que se han destinado un total de 175 millones de euros, de los que el 83% son de fondos europeos. Se trata de un sistema que, mediante la evaporación del agua, absorbe el calor del aire, disminuyendo la temperatura, pero que desde Escuela de Calor advierten de que no se trata de un mecanismo real de bioclimatización. “Reduce la temperatura hasta tres o cuatro grados, luego, cuando hace 40º o 35º, se sigue estando en entornos donde es imposible dar clases”, apunta Laura Limón, miembro del Ampa del CEIP Prácticas en Huelva, que cuenta con uno de estos sistemas desde este mismo año, y profesora en un instituto de la misma localidad. Una queja que comparte el sindicato Ustea, que reclama más inversión y planificación para el cumplimiento de la ley.
Refrigeración sin usar por falta de mantenimiento

Sucede, sin embargo, que muchas de estas instalaciones adiabáticas ni siquiera se están utilizando por falta de mantenimiento. La Agencia Pública Andaluza de Educación (APAE) ha remitido a los equipos directivos y a los Ayuntamientos una carta en la que recuerda la necesidad de llevar a cabo un mantenimiento, que en el caso de los colegios deben asumir los consistorios y en el de los IES, los propios institutos con los fondos que les asigna la Consejería. También se avisaba de la obligación de cumplir con la normativa sobre la prevención y control de legionelosis. “Es necesario ser conscientes de la importancia de mantener adecuadamente las instalaciones”, se recalcaba en la nota, tal y como ha podido constatar este diario. La imposibilidad de asumir ese cuidado y la prudencia a la hora de prevenir problemas de salud, ha hecho, por ejemplo, que los ocho centros de Huelva que cuentan con este tipo de refrigeración no la hayan puesto en marcha.
“A nosotros nos lo instalaron a principio de curso, pero vino un técnico municipal y nos dijo que no podíamos utilizarlo y lo mismo al resto de centros”, sostiene Limón. En su centro aún no han podido estrenar la refrigeración adiabática, pero en el IES Tartessos -también en Huelva- llevan dos años sin poderlo activar, “porque tuvieron un problemilla y no había nadie que pudiera arreglarlo”. En Sevilla, Bejines indica que los centros también han decidido no usar el sistema. “En el caso del Ayuntamiento, no se ha sacado a licitación el mantenimiento de los sistemas, y muchos IES reconocen que con la asignación actual no pueden destinar más fondos al mantenimiento, por lo que no lo ponen porque no se van a arriesgar a poner en peligro la salud de la comunidad educativa”, apunta.
La consejera también recordó la semana pasada que además de la refrigeración adiabática, “la mayoría de los centros educativos andaluces tienen medidas para paliar estas situaciones de calor”, un comentario que las madres consultadas reciben con ironía. “Demuestra un desconocimiento del funcionamiento de los centros educativos y una falta de empatía con los alumnos, docentes y trabajadores”, indica Bejines. “La mayoría de los aparatos y los aires acondicionados los compran las Ampas, algo que no debería ser así porque genera desigualdad ya que hay asociaciones que no se lo pueden permitir”, recalca Limón. “Pero es que, además, esos aires no se pueden poner en todas las aulas y en las que están tampoco son suficientes cuando hay más de 30 alumnos en clase, como pasa en Bachillerato, y luego se estropean y hay que mantenerlos”, abunda Bejines; o, como en el caso del CEIP Borbolla, las instalaciones eléctricas están tan obsoletas que “no aguantan que estén enchufados más de tres ventiladores”, recuerda Albelda.
Esta semana, el calor ha dado una tregua, pero las madres consultadas no bajan la guardia “Esto es un déjà vu. Cada verano pasa lo mismo, pero las altas temperaturas en Andalucía empiezan en abril y no se van hasta octubre”, advierte Limón.
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