La fórmula secreta de Chespirito: de una vecindad mexicana a la cima de la televisión
El protagonista, Pablo Cruz, y Rodrigo Santos, el ‘showrunner’ de la serie biográfica ‘Chespirito: sin querer queriendo’, detallan cómo recrearon el universo de personajes icónicos como El Chavo y El Chapulín Colorado


Las paredes de las calles y las avenidas de Ciudad de México están desde hace un mes tapizadas con imágenes del Chavo del 8, de los personajes de su vecindad, del Chapulín Colorado. En definitiva, de Chespirito, el “super comediante”, como también es conocido por un éxito que trasciende generaciones y países. Durante más de dos décadas —desde el inicio de los setenta hasta entrados los noventas— las diferentes versiones de la serie tenían como máximo responsable a un ingeniero con habilidad también por las letras que se propuso escribir, “sin querer queriendo”, el tipo de comedia que a él le gustaba: con personajes entrañables, identificables y con un humor accesible para todo público. Así se fraguó un producto mexicano, avalado por la poderosa cadena Televisa, que acabó convirtiéndose en un referente mundial. Todo eso, las luces y también algunas sombras, está recogido en la serie biográfica Chespirito: sin querer queriendo, que narra la vida del escritor, productor y actor mexicano Roberto Gómez Bolaños.
“¿De qué color es la risa?”, le pregunta un Gómez Bolaños niño a su padre, el pintor Francisco Gómez Linares —de quien heredó su vena artística— en un fragmento de la serie, ya disponible en Max, el servicio de streaming de HBO y que fue escrita por Roberto y Paulina Gómez Fernández, hijos del comediante. Aunque el niño no recibe una respuesta con exactitud en la ficción, Chespirito seguramente vio en su cabeza las carcajadas de color rojo y amarillo, en tonos verdes y azules o una muestra de matices pastel. Incluso quizá en forma de objetos, como un chipote chillón —el arma principal del Chapulín— o una torta de jamón, el alimento preferido del niño huérfano “más popular de la televisión humorística”.

Un bocado, untado con frijoles, con una buena loncha de jamón, aguacate y el pan dorado a la plancha, como el que se come el protagonista de la serie, el actor Pablo Cruz, en la cafetería La Perla, al sur de la capital mexicana, donde atiende la entrevista. Parece sacado de una escena de la serie. Azulejo blanco y barra metálica, el lugar fue fundado en 1958, el mismo año en que Gómez Bolaños comenzaba a trabajar en una agencia publicitaria como creativo. El actor que lo interpreta, nacido en Ciudad de México hace 41 años, ha asumido la titánica labor de encarnar a Chespirito, una noticia que le llegó junto con el anuncio de que iba a ser padre por primera vez. “Con mi chava decíamos que este niño trae torta de jamón bajo el brazo”, bromea.
Con una prominente barba, un copete alto y vestido de mezclilla, Cruz ha pasado de incógnito, casi irreconocible, por la capital mexicana en medio de la publicidad de la serie. Desde el año pasado, cuando terminó el rodaje, ya no se levanta todos los días a las 4.00 de la mañana para rasurarse las piernas, brazos, cara y las entradas de la cabeza; así como tampoco le dedica hora y media sentado en el plató en la aplicación de prostéticos para la caracterización de Chespirito, ese personaje adulto carterizado de niño.

Tras su transformación, cada día se veía en el espejo y repetía algunos mantras que lo metían en el papel. Muletillas como el “eso, eso, eso”. Recuerda que “Había momentitos en la serie donde sale Roberto cantando y tocando la guitarra. Era muy importante que yo aprendiera a tocar y eso también ejerció una presión importante en mí. Hablé con gente que lo conoció y me dieron un archivo con cientos de capítulos del doctor Chapatín, del Chapulín Colorado, del Chavo del 8 y de Chaparrón Bonaparte. Incluso videos y fotos de él con su familia, que nunca han sido publicadas. Ese material también me dio un gran sentido de lo que era él en su vida íntima”, cuenta Cruz, mientras le da un sorbo a su agua de jamaica.
Una vida de fábula
En otro punto de la ciudad se encuentra Rodrigo Santos, showrunner de la serie y codirector de algunos de los capítulos. El equipo de promoción de la serie ha convertido el hotel Four Seasons, en el céntrico Paseo de Reforma, en una especie búnker sobre Chespirito, un apodo que nació del nombre del escritor William Shakespeare. Shakespirito, le dijeron de cariño al comediante mexicano por el talento que vieron en él para la escritura de comedias. Con el tiempo se castellanizó y el resto es historia.
Santos cree que cuando se habla de una “vida de fábula”, suele ser una “frase horrible” y “supervacua”, pero en el caso de Gómez Bolaños le queda como anillo al dedo. Inspirados por películas como Big Fish, de Tim Burton, buscaron darle a la ficción de la vida de Chespirito un toque fantástico. Desde cómo encuentra en las conversaciones cotidianas las frases icónicas de sus personajes, como el “lo sospeché desde un principio”; hasta su primera visita al circo Ayotlán, en 1935, donde percibe detalles para la creación del Chavo del 8 y se enamora por primera vez de los aplausos y las risas.
El tono de la serie, ite Santos, fue una dificultad. Había que encontrarlo. No estaba tan claro en los guiones. Hubo un momento en el que el equipo de producción dijo, démosle un barniz fantástico, de fábula, de la historia de un niño ordinario que se convierte en este personaje extraordinario.
“Otra de las referencias que tuvimos fue The Offer, sobre cómo se filmó El Padrino. Con esta serie nos pusimos reglas muy claras. Nunca nos expongamos a un sketch de los personajes de Chespirito que la gente se sabe de memoria. Siempre lo hicimos con distancia. También colocamos referencias raras como de los hermanos Coen en pequeñas secuencias. Creo que el tono de la serie quedó bien. Creo que todo está empaquetado en esa capsulita de fantasía”, explica el showrunner.
Así como el polifacético artista alcanzó fama mundial entre niños y adultos de habla hispana de varias generaciones y en 50 distintos idiomas, sabidas son también sus polémicas. Desde las peleas que sostuvo con de su elenco, como María Antonieta de la Nieves —la Chilindrina—; o Carlos Villagrán —Quico—; hasta el divorcio de su primera esposa, Graciela Fernández, debido a su relación extramarital con Florinda Meza, su compañera de reparto en muchos de sus sketches. Hay una afirmación que dice “la versión de la historia depende mucho de quién la escribió“. Santos considera que los hijos de Gómez Bolaños al escribir el guion, inspirados en la autobiografía homónima de su padre, lograron una distancia de sus vínculos para armar el relato.
“Sin duda hay una carga amorosa en los guiones. Es un homenaje a Roberto. La polémica alrededor de su vida a mí no me parece que sea tan grande. Tuvo dificultades con algunos compañeros de trabajo y tuvo algunas sombras en su vida familiar. No es Luis Miguel o Paco Stanley. Ellos son personajes extremadamente estridentes, con picos que son oro para la prensa rosa. Creo que la serie retrata algunas de sus sombras con justicia. No estamos contando la vida de un santo, pero sí la historia de un hombre bastante común y corriente, que alcanzó un éxito extraordinario”, afirma el codirector.
De regreso en La Perla. Cruz, que casi termina de comer su torta de jamón, considera la serie como el retrato íntimo de Gómez Bolaños, con detalles y recuerdos que no eran de dominio público. Es consciente de lo que el personaje representa para distintas generaciones que crecieron viéndolo. Y que, como ha pasado con otras adaptaciones similares de personajes como Cantinflas, Luis Miguel o Juan Gabriel, recibirá todo tipo de retroalimentación. Esto no lo mortifica. “No espero ni que guste, ni que no guste. Ni que se rían, ni que lloren. Simplemente tengo unas enormes ganas de compartir esto con el resto del mundo. Eso es hasta donde llega mi sentimiento”, finaliza.
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