Mitos y leyendas en las redes de la pescadería
El cultivo de peces y algas en mares y ríos es un aliado clave para garantizar el futuro sostenible de la alimentación. A pesar de ello, aún son muchos los bulos que rodean a la acuicultura. Es importante no dejarse atrapar por las mentiras y medias verdades que pesan sobre esta actividad

Volcanes submarinos, ecosistemas muy vivos a pesar de no tener luz solar, sobrecogedores ruidos que emergen de las profundidades marinas, civilizaciones sumergidas, criaturas desconocidas, el canto de las ballenas… Los enigmas del mar son tan inmensos como el mismo océano. Incógnitas que alimentan la leyenda de un mundo sumergido que fascina a la humanidad desde la antigüedad. Un misterio que se va agrandando porque hoy en día, y a pesar de todos los avances tecnológicos, apenas conocemos el 5% de los océanos. Sí, aunque parezca increíble, casi resulta más fácil mandar expediciones al espacio que a la Fosa de las Marianas (a 11.020 metros de profundidad), un lugar en el que las intensas presiones y la nula visibilidad traen de cabeza a los oceanógrafos.
Sin embargo, hay una actividad que no debería de ninguna manera pertenecer a este grupo de enigmáticas incógnitas. Tanto por el importante rol que representa en el futuro de la alimentación del planeta, por su papel en la salud a la hora de facilitar proteínas de calidad a la población o por su importante alianza con la pesca extractiva responsable, la acuicultura no debería ser un secreto para nadie.
Lamentablemente, para algunas personas todavía lo es. Según un estudio de GFK, aún hay un tercio de la población que no tiene ni idea de que existe algo llamado acuicultura, y ello perpetúa muchos de los prejuicios que, basados en falsedades o medias verdades, se adjudican al sector acuícola. Pero conocer la verdadera información sobre cómo se cultivan los peces en los mares y ríos de España hará que naufraguen todos esos bulos infundados.

La acuicultura no es una práctica sostenible. Falso
Primero hay que preguntarse qué se entiende por desarrollo sostenible. Si se concibe como la capacidad de utilizar los recursos naturales de hoy sin agotarlos para las futuras generaciones, garantizando al mismo tiempo un equilibrio económico, un cuidado del medio ambiente y el bienestar social, se puede afirmar sin lugar a dudas que la acuicultura española constituye una práctica sostenible.
Javier Ojeda, gerente de Apromar (Asociación Empresarial de Acuicultura de España), va más allá: “Si tenemos en cuenta la calidad nutricional del alimento obtenido (el pescado), y el mínimo impacto ambiental necesario para obtenerlo, es muy probable que no haya, en todo nuestro sistema alimentario, nada más eficiente y sostenible que la acuicultura”, asegura. “Y todo ello, siguiendo los estándares de calidad y seguridad ambiental y alimentaria de la Unión Europea, que están entre los más exigentes del mundo”.
Si tenemos en cuenta la calidad nutricional del alimento obtenido (el pescado), y el mínimo impacto ambiental necesario para obtenerlo, es muy probable que no haya, en todo nuestro sistema alimentario, nada más eficiente y sostenible que la acuiculturaJavier Ojeda, gerente de Apromar

La acuicultura no es una actividad nueva. Verdadero
En España, varios yacimientos arqueológicos certifican que hace 2.000 años los romanos ya tuvieron la gran idea deconstruir unas albercas que se comunicaban con el mar a través de canales y se podían cerrar manualmente mediante compuertas perforadas. El sistema permitía contener a los peces en su interior con la intención de cultivar ejemplares y abastecer a la población de pescado fresco.
De aquello hace mucho, pero es ahora cuando la acuicultura española vive su máxima proyección. Las expectativas puestas en ella son muy altas: gracias a su capacidad de innovación, al emprendimiento que genera el sector y al aprovechamiento sostenible, la acuicultura puede convertirse a corto plazo en una de las vías más importantes de aprovisionamiento de alimentos para la mayor parte de la humanidad.

El pescado de acuicultura está repleto de antibióticos. Falso
Es imposible que un pescado procedente de la acuicultura española llegue al consumidor con cualquier rastro de medicamento. Actualmente, el uso de alimentos medicalizados tan solo representa el 0,3% del total. Y en todos los casos, los ejemplares tratados cumplen siempre con el período de supresión obligatorio que garantiza la eliminación total de cualquier rastro de medicamento antes de ser cosechado para el consumo.
Los peces cultivados, al igual que ocurre con las terneras o los pollos, pueden enfermar. Por ello, tal y como explica Ariadna Sitjà, profesora de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), hay que, en primer lugar, evitarlo, y en su caso controlar las infecciones y tratarlas. “En la Unión Europea, el uso de los medicamentos veterinarios está estrictamente regulado. Por ejemplo, no se permiten tratamientos preventivos y todo uso debe ser controlado por veterinarios con registro obligatorio”, asegura la científica. Igualmente, se ha establecido un marco de actuación para un uso sostenible de antibióticos en especies de interés ganadero, incluida la acuicultura, con el objetivo de reducir su uso y combatir la resistencia antimicrobiana.
Además, se ha implementado el Sistema Informático Central de Control de Prescripciones Veterinarias de Antibióticos (Presvet), que permite el seguimiento y control del consumo de antibióticos en las explotaciones acuícolas. “Gracias a la inversión en vacunas y medidas preventivas, en algunos países ya apenas se usan antibióticos en acuicultura”, matiza Sitjà. “La calidad y seguridad de pescado de acuicultura europeo son exactamente las mismas que pueden tener los filetes de ternera o pollo que consumimos, ya que son sometidos a los mismos controles para garantizarlas”.
La calidad y seguridad de pescado de acuicultura europeo son exactamente las mismas que pueden tener los filetes de ternera o pollo que consumimos, ya que son sometidos a los mismos controles para garantizarlasAriadna Sitjà, profesora de investigación del CSIC

El pescado de acuicultura iguala en nutrientes y sabor al “salvaje”. Verdadero
Es casi imposible superar, ni siquiera igualar, los recuerdos de los veranos de la niñez. También es complicado replicar el sabor de aquel pescado recién capturado y asado a las brasas por el abuelo. Pero como la nostalgia no está reñida con la razón, tampoco se puede negar una realidad: la mayoría de las personas que han participado en las catas a ciegas realizadas con pescado silvestre y pescado de acuicultura no han podido distinguir uno del otro. Exactamente lo mismo ocurre con la composición nutricional. Tanto los pescados de acuicultura como los de pesca extractiva aportan los mismos ácidos grasos Omega 3, proteínas, minerales y vitaminas. Ambos son igual de indispensables en toda dieta saludable.
Pero la acuicultura cuenta con otra ventaja: en el caso de algunas especies, como la lubina, la dorada, el rodaballo o la trucha arcoíris, la mayoría (por encima del 90% en muchos casos) proceden de la acuicultura. Como destaca Javier Ojeda, “sin la acuicultura, no podríamos comer estos pescados: serían completamente inaccesibles para casi todos nosotros. Por eso es tan importante que sigamos avanzando en hacer cada vez más y mejor acuicultura española, porque es la única forma garantizar pescado seguro, sabroso y sostenible, para todos”.

El pescado de acuicultura llega de lejos y no es fresco. Falso
Más de 8.000 kilómetros de costa, ocho grandes ríos, más de 5.200 instalaciones acuícolas, más científicos e investigadores trabajando en acuicultura que en cualquier otro país de Europa y la mayor cosecha acuícola de la Unión Europea. Estas cifras hablan de España, con un potencial estratégico extraordinario para liderar esta transformación azul del sistema alimentario. “Tenemos la suerte de contar con una gran acuicultura, que es un referente a nivel mundial”, indica Javier Ojeda, de Apromar. “El pescado de acuicultura española suele llegar a los hogares españoles en menos de 24 horas tras ser cosechado: ¡no puede ser más fresco!”.
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