window.arcIdentityApiOrigin = "https://publicapi.elpais.noticiasdopara.net";window.arcSalesApiOrigin = "https://publicapi.elpais.noticiasdopara.net";window.arcUrl = "/subscriptions";if (false || window.location.pathname.indexOf('/pf/') === 0) { window.arcUrl = "/pf" + window.arcUrl + "?_website=el-pais"; }Lola Índigo: “Tenía superclaro que iba a triunfar. No es arrogancia. Es fe” | EL PAÍS Semanal | EL PAÍSp{margin:0 0 2rem var(--grid-8-1-column-content-gap)}}@media (min-width: 1310px){.x-f .x_w,.tpl-noads .x .x_w{padding-left:3.4375rem;padding-right:3.4375rem}}@media (min-width: 89.9375em){.a .a_e-o .a_e_m .a_e_m .a_m_w,.a .a_e-r .a_e_m .a_e_m .a_m_w{margin:0 auto}}@media (max-width: 35.98em){._g-xs-none{display:block}.cg_f time .x_e_s:last-child{display:none}.scr-hdr__team.is-local .scr-hdr__team__wr{align-items:flex-start}.scr-hdr__team.is-visitor .scr-hdr__team__wr{align-items:flex-end}.scr-hdr__scr.is-ingame .scr-hdr__info:before{content:"";display:block;width:.75rem;height:.3125rem;background:#111;position:absolute;top:30px}}@media (max-width: 47.98em){.btn-xs{padding:.125rem .5rem .0625rem}.x .btn-u{border-radius:100%;width:2rem;height:2rem}.x-nf.x-p .ep_l{grid-column:2/4}.x-nf.x-p .x_u{grid-column:4/5}.tpl-h-el-pais .btn-xpr{display:inline-flex}.tpl-h-el-pais .btn-xpr+a{display:none}.tpl-h-el-pais .x-nf.x-p .x_ep{display:flex}.tpl-h-el-pais .x-nf.x-p .x_u .btn-2{display:inline-flex}.tpl-ad-bd{margin-left:.625rem;margin-right:.625rem}.tpl-ad-bd .ad-nstd-bd{height:3.125rem;background:#fff}.tpl-ad-bd ._g-o{padding-left:.625rem;padding-right:.625rem}.a_k_tp_b{position:relative}.a_k_tp_b:hover:before{background-color:#fff;content:"\a0";display:block;height:1.0625rem;position:absolute;top:1.375rem;transform:rotate(128deg) skew(-15deg);width:.9375rem;box-shadow:-2px 2px 2px #00000017;border-radius:.125rem;z-index:10}} Ir al contenido
_
_
_
_

Lola Índigo: “Tenía superclaro que iba a triunfar. No es arrogancia. Es fe”

Implicada, ambiciosa, hiperactiva, trabajadora. Mimi Doblas es la jefa de una carrera ecléctica que arrancó antes de ser la primera expulsada de ‘Operación Triunfo’ 2017 y ha durado mucho más allá. En unos días arranca en Madrid su primera gira de estadios. Es la fiesta de graduación de “aquella niña de la escuela” que soñaba en un pueblo granadino con ser una diva internacional

Lola Índigo
Patricia Gosálvez

“Hola, soy Mimi”. Miriam Doblas, 33 años, se presenta en vaqueros y sudadera. Pelo moreno, cara de sueño. Se acostó tarde dándole vueltas a las visuales de sus próximos conciertos (1.200 metros de pantallas led en una torre de 27 de alto). Y se ha despertado temprano pensando en cómo mover una pieza enorme de atrezo entre los escenarios del espectáculo. Habrá tres, por la bruja, la niña y el dragón, las “eras” de su carrera cuyos símbolos se ha tatuado en los nudillos. “A ver, hacedme sitio”, dice, pragmática, café en mano, despejando el área de desayuno del estudio fotográfico. Mide en zancadas los seis metros del escenario pequeño y calcula que sí, habrá sitio para el cacharro.

El ambicioso espectáculo —que recalará en Madrid (Metropolitano, 14 de junio), Sevilla (La Cartuja, 21 de junio) y Barcelona (Estadi Olímpic, 10 de julio), con aforos de entre 40.000 y 60.000 personas— arrancó hace un año, también de forma prosaica, cuando Mimi, insatisfecha con lo que se le ofrecía, dibujó en un papelito durante una reunión de Zoom cómo quería que fuese el diseño de su gira de estadios. Es su escaparate como artista de primer nivel internacional. La enésima reinvención de la niña “rara” de Huétor Tájar (Granada) que bailaba con la MTV segura de que llegaría al otro lado; de la primera expulsada de Operación Triunfo 2017, la edición de Amaia y Aitana, que no se conformó con que dos semanas de programa marcasen su carrera y se inventó una fábrica propia de hits. Porque cuando Mimi, la que no duerme, se preocupa y produce, entra en el camerino, sale Lola Índigo, la que posa, producida y poderosa. “Siento que trabajo para mi personaje, que soy la chica para todo que va detrás con una carpetita, lo estoy tratando en terapia, tengo que darme más las gracias por sus éxitos”, dirá luego Mimi, de nuevo en vaqueros, tras los flashes.

“Tenía claro que iba a triunfar”, asegura Lola Índigo. En la fotografía, luce chaqueta de Balmain y sujetador y falda de Dolce & Gabbana.

“Actitud, perseverancia, ambición; en un artista, independientemente del talento, es clave la cabeza, y ella siempre tuvo claros sus objetivos”, dice Narcís Rebollo, presidente de GTS, la agencia de promoción de Lola Índigo, y antes de Universal, su sello. “Es muy cabezona y cuando tiene una idea…”, dice quien también lleva las carreras de Aitana o Bisbal. Conoció a Mimi en el casting de OT “y ya tenía esa seguridad”. “Ella es la jefa de su carrera”, añade.

“Si no estuviese implicada en cada parte del proceso me aburriría”, dice Mimi. Le gusta “el hangueo” con otros músicos en el estudio y la relación con los productores (ahora su referencia es Tunvao, que también gesta éxitos para Omar Montes, Nicky Jam o Quevedo). Está presente en la edición de sus videoclips y le entretienen hasta las entrevistas: ha ido 10 veces a El hormiguero, pero también pide aparecer en podcasts más minoritarios de los que es fan. Sin embargo, lo que más disfruta es el escenario: “Yo no me hice cantante para tener escuchas en Spotify, sino por los shows, son mi parque de atracciones”. El precio de implicarse es preocuparse y la gira de estadios se torció antes de empezar: dos conciertos, en el Bernabéu y en el estadio del Espanyol de Cornellà, cancelados con decenas de miles de entradas vendidas. “¿Desde cuándo la música es ruido y no cultura y alegría? Ha sido horrible, pero ya está”, dice queriendo pasar página. Tuvo sendos ataques de ansiedad al recibir los comunicados. Con el del Bernabéu se le paralizaron las piernas. “No podía hablar sin llorarme encima, tuve que cancelar una entrevista, aunque por la noche hice un bolo, el más difícil de mi vida. Me siento responsable del trabajo de 200 personas y de los planes de miles de fans que han ahorrado para venir, que tienen sus billetes comprados, sus problemas…”.

Lola Índigo, con 'look' total de Schiaparelli.

El coste de la gira, siete millones de euros, apenas se cubre con los sold out de los tres conciertos (al que aún no han llegado), “pero es un statement”, según Rebollo. Una declaración de intenciones que sirve “como consolidación en España y como presentación en nuevos mercados, sobre todo Latinoamérica [donde actúa a partir de octubre], pero también Italia, Francia o EE UU”. El dinero está en las marcas y los patrocinios, explica Mimi, que tiene acuerdos con Tezenis o Infojobs: “A poco que lleves un espectáculo con producción, los estadios no dan márgenes, salvo a los artistas internacionales con muchas fechas y unos precios que no tienen sentido salvo para hacer caja… Bien por ellos, ¿eh?, lo que no es normal es lo mío, que me estoy haciendo mi boda. Me lo gasto todo en bailarines y cachivaches, me da igual, es una fiesta para mis fans, vamos a celebrar que llevo ocho años en pie. ¿Cuántas carreras no se acaban antes?”.

Lola Índigo nació en 2018 con el single ‘Ya no quiero na’. En el videoclip, grabado en un parque, Mimi y sus bailarinas llevan “chándales del Humana”. Reventó las listas de inmediato. Mimi estaba de telonera en la gira de OT cuando salió; Lola Índigo la cerró como “artista invitada”. El nombre ya lo tenía antes de proponer el concepto a la discográfica con la que había firmado al entrar en el concurso. Lo ha contado muchas veces, Lola porque suena fuerte y castizo. Índigo por su espiritualidad: en Tailandia alguien le habló de los niños índigo y su sensibilidad y creatividad sobrenatural (un concepto new age criticado por la psicología académica por ocultar diagnósticos de déficit de atención e hiperactividad, trastornos que la artista ha explicado tener).

La autora de ‘La niña de la escuela’ lleva vestido y chaqueta de Ferragamo y zapatos de Jimmy Choo. “De carrera, estudié diva”, confiesa la artista, iradora de Beyoncé y Lady Gaga.

En realidad, Lola Índigo empezó a gestarse mucho antes que aquel primer hit. Desde niña Mimi iba a clase de baile. “Las de canto eran más caras y bailando al toque pisabas escenario en las fiestas del pueblo”, recuerda. El pueblo es Huétor Tájar, con 10.000 habitantes, en la periferia de Granada, de donde se siente, aunque nació en Madrid. Se mudó a los siete años, tras el divorcio de sus padres, con su madre, modista (“me hizo ropa cuando no era nadie y todavía está impecable”, dice orgullosa). “Cuando me explicó, apurada, que nos íbamos con los abuelos, yo estaba a punto de hacer la comunión, pero con dos cojones le dije: ‘Lo que sea mejor para ti”.

Al final la comunión fue en Huétor. La foto —mofletes, jaretas, guantes de ganchillo— aparece en la portada del disco GRX (2023), un EP donde cada tema es una colaboración con un músico granadino con credenciales underground (Dellafuente, Pepe y Vizio, La Zowi, Saiko, La Plazuela, Maka). “Es mi Joanne”, dice Mimi refiriéndose al álbum más desnudo y personal de Lady Gaga, su musa. “Todos los artistas tienen un disco de volver a casa. Yo necesitaba un respiro de tanto rollo megastar”. Sonríe: “También es el favorito de los indies, claro…”. De hecho, es el único de la artista reseñado por la revista musical Mondo Sonoro (con un 7/10).

GRX (cuya gestación tiene un documental) fue un paréntesis en la trilogía de eras de Lola Índigo, capítulos con los que muchas artistas pop marcan sus cambios de música e imagen. De nuevo la reinvención. Por discos. Akelarre (2019): estética brujeril, narrativa de empoderamiento para reivindicar el proyecto; musicalmente, pop, reguetón, ritmos latinos y aflamencados. La niña (2021), también con documental ad hoc, es un homenaje dosmilero con referencias a las Spice Girls, Britney o Barbie, portada rosa chicle y actitud juguetona marcada por ‘La niña de la escuela’. “Un hit de manual, no le tengo manía, pero me he hartado de cantarla y eclipsó otros temazos como ‘Tamagochi’, un hip hop to guapo o el rhythm and blues de ‘Tú y yo‘…”, opina. La última era, marcada por un look futurista y pelucones metalizados, tiene dos discos, El Dragón (2022) y Nave Dragón (2024), plagaditos de colaboraciones (Fonsi, Quevedo, Manuel Turizo) y hits de EDM, reguetón, dembow, UK garage… “A mí me encanta el drum & bass de ‘Pesadillas’, porque, hermano, que una canción no se haya pegado no quiere decir nada, muchas de mis favoritas no han sido éxitos”.

“Me siento responsable del trabajo de 200 personas”, dice la cantante, que luce chaqueta de Burberry, vestidode Ernesto Naranjo y mono de Ferragamo.

Mimi saca el móvil y rebusca una noticia sobre un tuit en el que el rapero estadounidense Russ arremete contra las métricas de Spotify y YouTube. “Se pregunta qué pasaría si las plataformas ocultasen los oyentes y streams, me pareció interesante cómo decía que las cifras han hecho de la música un deporte de competición. ¿En qué momento hemos convertido algo intangible y subjetivo en un ranking de mierda?”.

La trilogía tiene un prólogo que no está empaquetado en un disco. Con 18 años, en 2010, Mimi salió del pueblo para plantarse en el casting de su primer concurso televisivo, Fama Revolution (además de en OT, también participó en Tu cara me suena y ya como coach en Fama a bailar, The Dancer o La Voz Kids). Su amigo y profesor de baile en Huétor Tájar, Juan Montero, había pasado por una edición anterior. Todavía es su coreógrafo. En Fama, además de llevarse una bronca viral en la que Rafa Méndez le gritaba a tempo “¡eres-un-cuadro!”, Mimi bailó con Stromae, lloró mucho y descubrió la ansiedad. Después se buscó la vida con bolos y clases de baile y con 20 se fue a China. “Ofrecían 1.600 euros por bailar, aquí ganaba 500. Mi madre tenía linfoma de Hodgkin y quería ayudar, así que me fui, ahorré y volví para estar con ella cuando la trasplantaron”. En total, un par de años yendo y viniendo, actuando en ciudades “perdidas de la mano de Dios” para hombres de negocios donde apenas se veían occidentales y los niños le hacían fotos. Le dijeron que cantando se ganaba más y empezó a montar tributos a Britney, a Jennifer Lopez… “El de Nicki Minaj era muy gracioso, cantaba ‘Anaconda’ con un vestido de cebra”. Con los ahorros también viajaba a formarse en Los Ángeles con los coreógrafos de las verdaderas Minaj y JLo, Gaga, Rihanna o Beyoncé, como Amari Monster Marshall, Jose Hollywood Ramos o Keone y Mariel Madrid.

Lola Índigo, con 'look' total de Dsquared2.

En L. Á. participó de extranjis en algún videoclip y de China acabó “hasta el coño” de no tener permiso de trabajo: “Me llegaron a encerrar en un camerino durante una redada, cada vez que preguntaba por mis papeles los jefes decían ‘Maybe tomorrow!’ y nos cambiaban de ciudad… Volví con un TCA como una casa, pensando que ni tenía talento ni era una buena persona”. Tras recuperarse con su madre, marchó a Madrid para empezar de cero como gogó en discotecas como Joy Eslava o Kapital: “Era menos deprimente que China, pero pasé de ganar 3.000 euros a sacar 50 por noche si me llamaban”. Cuando se presentó a OT con 25 años, “ya sabía lo que vale un peine”, resume.

En la sesión de fotos se ha acordado del videoclip de ‘Sin autotune’. Arranca bailando en una sala de ensayo y luego aparece en un camerino, un estudio y una sesión de fotos parecida a esta, rodeada de gente pero más sola… La letra parece que va de amoríos, pero trata de otra cosa: “Como muchos de mis temas, si la gente supiera… Para mí ‘Sin autotune’ se refiere a lo que queda cuando quitas el artificio y ves lo que has perdido por el camino. Tiene un punto nostálgico, mi vida era gozarlo bailando y de repente… Cuando la vida te cambia no firmas un documento, simplemente pasa”.

Madrid, Sevilla y Barcelona serán las paradas españolas de su gira. En esta página, Lola Índigo lleva un vestido de Juun.J, zapatos de MM6 y pendientes y reloj de Cartier.

—¿Era feliz antes del éxito?

—La más.

—¿No le afligía el anhelo de triunfar?

—Es que tenía superclaro que lo iba a conseguir. Me da rabia que me dé pudor decirlo, por miedo a que me consideren arrogante. Pero no es arrogancia. Es fe.

—¿Tener un personaje ayuda a ir sobrada?

—La seguridad es la clave del star quality. Da mucha rabia cuando te dicen, “eh, bájate, esos humos”. Hay que creerse la puta ama, si no ¿cómo te levantas cuando caes? Yo lo defiendo y predico a muerte, aunque todavía dudo. Lola Índigo no. Ella es todo seguridad. Intocable. Y en el escenario, soy ella. La dualidad viene cuando mis amigos del pueblo me ven allí arriba. Dicen que es como una posesión. Como si tuviera a Venom pegado.

“Las cifras han hecho de la música un deporte de competición; ¿en qué momento hemos convertido algo intangible en un 'ranking' de mierda?”, lamenta la cantante, que luce en la imagen abrigo y chaleco de Doblas, pantalón de Issey Miyake, zapatos de Jimmy Choo y pendientes de Cartier.

“De carrera, estudié diva”, ha dicho muchas veces Mimi. Sus tutoras: Beyoncé y Lady Gaga. “Beyoncé es una killer, su lección es disciplina, disciplina y disciplina. Buscar la perfección”, dice. “Lady Gaga es más visceral, más sentía, como apretá que decimos en el sur”. “Yo era rarita, me gustaba el anime, dibujar, leer, bichear vinilos en la radio de mi pueblo… Cuando apareció Lady Gaga pensé: ‘Ah, que ser raro es guay’, y me hice little monster”. ¿Tienen nombre los seguidores de Lola Índigo? “Yo les digo indigais, porque la comunidad LGTBI+ siempre ha estado ahí para mí, ¿cómo no voy a sentir rabia cuando les quitan los derechos a mis amigas trans?”. Mimi, que hace años habla abiertamente de su bisexualidad, se emociona. “Que un Gobierno les niegue sus derechos me parece un delito de odio”. A Gaga la vio en directo ya de adulta: “De pequeña las cosas a las que tenía eran verbenas, orquestas, y aun así me fijaba mucho en quién brillaba”. Cuando se lo pudo permitir se resarció. Va a todos los shows que puede, acaba de volver de Coachella: “Me divierte ver a divas más rockstar, como Charli XCX, que parece que todo le da igual. También vi a Taylor en el Bernabéu, aunque no conecto con su música, aprecio el curro que lleva. De todo se aprende, si te quedas solo en tu movida, ahí muere el arte”. “Mimi no es una artista de laboratorio”, dice Rebollo, “le gusta salir, socializar, ir a conciertos… Está en el mundo”. “Y tiene un punto de hiperactividad: es imposible tenerla parada, tiene muchas más canciones en el cajón que editadas, ideas de formatos televisivos, ganas de colaborar y aprender… Por ello es muy querida entre los artistas, algo que no siempre es fácil para quienes vienen de la tele”.

Divas aparte, la otra pata de su educación musical fue el rap andaluz. “Mis dos tops, SFDK y Mala Rodríguez, que luego fue la única que me la dio cuando nadie se quería montar [colaboró en su segundo sencillo, ‘Mujer bruja’]. Cuando los veo, todavía flipo”. No se le quita el momento fan: “Para ser legal en esta industria hay que respetar a los OGs [original gangsters] y acoger a la nueva escuela. Yo me bajaba todo Tote o Little Pepe del eMule cuando esta gente hacía su movida con muy pocos recursos… Ahora tenemos a todo, estamos muy estimulados y por eso el arte va tan rápido”.

Tras irse a China para ganarse la vida bailando, actuó como gogó en discotecas de Madrid. “Pasé de ganar 3.000 euros a ganar 50”. Lola luce abrigo de Doblas y zapatos de Aquazzura.

Ella, para frenar, se va al pueblo. La última vez, a pasar el Día de la Madre y el 60º cumpleaños de la suya. Era sorpresa. Su madre “se inrritó” como buena granaína por no tener preparado de comer. “Me la llevé a mi sitio favorito, el Asador de la Reina, claro”, ríe Mimi, que en su primer single cantaba “En la baraja la reina soy yo”, y en uno de los últimos, “Nadie te lo hace como lo hace la reina-na-na-na”. ¿De qué tiene miedo una reina? “De sentirme sola, incomprendida. Que ni el que se dedica a esto entienda que aunque te vaya bien a veces te cancelan un Bernabéu y te paralizas. Pero de las crisis surgen las mejores ideas”. ¿Y lo que la mueve para seguir en el lío? “Que me quiera mucha gente en muchos sitios. No quiero millones de escuchas desde Latam. Quiero ir a tocar, sentir el amor del público. Viajar, estar con mis amigos, mirar a mis bailarines y decir; hostia, estamos en Argentina y nos han venido a ver”, a 10.000 kilómetros de Huétor.

CRÉDITOS

Maquillaje y peluquería: Cristo Rodríguez.
Diseño de set:  Irene Luna.
Producción: Cristina Serrano
Asistente de fotografía: Maitane Huidobro y Mario Val
Asistente de estilismo: Agustina Piriz.
Asistente de producción: Marina Marco.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad , así podrás añadir otro . Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_