El lugar de la oposición
A estos diputados no los elegimos para labrarse un posible futuro, sino para participar en el presente de todos

Durante cinco años he asistido al debate parlamentario desde la presidencia del Congreso. Cinco años de gobierno minoritario y en coalición, sin pacto de legislatura y frente a una oposición impulsada por las encuestas. Esta situación sigue todavía.
Pensamos siempre en la acción del gobierno. Pero la oposición tiene sus funciones, que van más allá de forjar el cambio político y su propia victoria en las siguientes elecciones. Porque el Parlamento, además de escenario de la pugna entre partidos, es una institución que decide sobre las cuestiones objeto del debate político presente; y que permite a la oposición influir en esas decisiones. A los diputados de la oposición no los elegimos para labrarse un posible futuro, sino para participar en el presente de todos.
Un gobierno con una mayoría inestable y sometida a discusión y negociación constante es un escenario muy beneficioso para la oposición: facilita la crítica al gobierno siempre en precario y también la exposición de alternativas que, sin necesidad de negociarse ni aplicarse, pueden ser tan atractivas y brillantes como lo sean sus autores. Pero si quiere ser útil, esta oposición tiene constantes oportunidades para incidir en las decisiones efectivas de la mayoría, introduciendo posiciones propias, matices o límites en la tramitación de la propuesta gubernamental. Siempre que esa oposición asuma que no es mayoría, que no determina las opciones fundamentales, sino que las flexibiliza, suaviza o limita desde el reconocimiento de la legitimidad de la mayoría y sus prioridades.
En mis cinco años de presidencia he visto sin cesar a la oposición actuando con la perspectiva del cambio electoral. Pero ni una sola vez a la oposición participativa, a la que usa su fuerza para introducir alguno de sus planteamientos. El Parlamento ha perdido sus espacios para la negociación entre mayoría y oposición sobre las decisiones presentes y, ha visto todas sus actividades invadidas por el enfrentamiento y la perspectiva electoral futura.
Cada uno puede valorar qué responsabilidad tienen gobierno o mayoría parlamentaria y oposición en esta deriva; pero no es inevitable. En el mismo período, el escenario parlamentario de gobierno y mayoría débiles y oposición fuerte se ha dado también en Cataluña. Pero la dinámica ha sido distinta. La debilidad de las mayorías gubernamentales de Junts y ERC llevó a decisiones que contaban con aspectos negociados con el PSC, que asumía así el apoyo de las propuestas del gobierno. No fue infrecuente la crítica política y mediática por ceder en posiciones propias y, en general, por pactar y renunciar a cambio de gobernar. A mí, en cambio, me parece positiva esa renuncia de ambos, que asume un resultado electoral alejado de mayorías claras y rotundas; que asume que el tiempo electoral no debe desplazar el tiempo institucional.
Y, por cierto, sin querer ignorar otras muchas variantes, la oposición en las Cortes Generales, enfocada en la victoria electoral, siguió siendo oposición tras las elecciones; mientras que la oposición en el Parlament pasó a ser Gobierno.
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